domingo, 13 de enero de 2008

Dies irae

Hay gente que es gilipollas, y éso es público y notorio. A mí nunca me ha molestado que los imbéciles existan: cumplen una función utilitaria en el ecosistema. Los tolero, los ignoro o hago ver que no los veo, mientras éllos no se metan donde no deben.

Y ahí empieza el festival. Cuando algún insensato mete la mano en el nido de la serpiente, lo que no puede esperar es salir indemne. Y lo mas normal es que reciba una picadura mortal que acabe con su vida entre terribles estertores de agonía.

No disfruto destrozando a álguien, en mí es un acto de legítima defensa, perfectamente natural. Mi supervencia es lo primero en mi jerarquía de valores, y todo lo demás está situado en un nivel inferior. Yo no siento la mas mínima sensación de remordimiento. Soy un ser despiadado, terriblemente frío y carente de toda moral.

No hay comentarios: